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sábado, 14 de mayo de 2016

Ética y acciones para un cambio cultural en las organizaciones públicas por medio de la implementación de los valores.

Abordar la ética es de gran relevancia pues se constituye como un pilar en la acción de los servidores públicos, la transparencia, la rendición de cuenta y el cumplimiento de las demandas sociales. “Un gobierno que basa su relación con los ciudadanos en la falsedad, construye una relación frágil y endeble”

Sin valores definidos se generan malos manejos como se vio en estados unidos con la renuncia de Richard Nixon; es menester de cualquier gobierno el reforzar los códigos de ética y medidas anticorrupción.

La corrupción inmersa no solo en el sector público, sino en la esfera privada es un flagelo que daña a la sociedad y a su desarrollo, y de ahí deriva la importancia a frenarla en toda la amplitud que ello conlleva.

No es suficiente con proponer códigos de conducta y valores, como Peter Singer nos expone “No es un sistema teórico ideal sin validez práctica” la honradez, la prudencia, la preocupación por los demás. La ética debe tener un elemento subjetivo, fundado en la razón, requiere pues de un punto de vista universal.

Cuando se lleva a cabo una acción es evidente asumir la responsabilidad que desencadenara la misma, pues atañe a la sociedad al tratarse de la gestión pública.

Se necesita hacer un trabajo titánico, pues el cambio cultural organizacional no es inmediato, por el contrario, requiere tiempo, esfuerzo y dedicación.

Ejemplos plausibles son movimientos como la “ley tres de tres” que implica dejar atrás la figura del servidor anónimo.

Se debe vigilar con lupa el quehacer de las organizaciones públicas; incluir programas dentro de los planes de gobierno, establecer un área para el fomento y vigilancia de la ética, asignar expertos dedicados a esta tarea, adecuar la norma jurídica incorporando una Ley Ética, así como un marco que norme la conducta de sus miembros mediante los Códigos de Ética. [1]

El hecho de que existan gobernantes carentes de valores genera el incumplimiento de objetivos en los programas de gobierno. A su vez, la desviación de recursos para servicios básicos generan pobreza, desempleo, enfermedad, hambre, injusticia y, en ocasiones, muerte, lo que se traduce en distintas formas de sufrimiento humano. Estos sufrimientos se perpetúan e incluso se incrementan. La existencia de tanto dolor y desesperanza en algunas sociedades demuestra la impotencia e incapacidad de los gobernantes para resolver las demandas ciudadanas así como una gran ausencia de valores.

El criterio ético en política y en los asuntos de gobierno responde a una filosofía, a una manera de resolver conflictos y ofrecer resultados con equidad y justicia al satisfacer la pluralidad de intereses contribuyendo al bien social, es decir, sin perder de vista el objetivo de servir a los ciudadanos. Las instituciones públicas funcionan bajo un marco de valores y principios que permite orientar y potenciar las capacidades de sus miembros, por lo tanto, requieren personas con un perfil definido.



[1] Diego Bautista, Ó. Los códigos éticos… Op. cit., p. 137.